LUNES XII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
2 REYES:
– Podemos ve que la ruina de Israel se debe a muchos factores, pero el que creo clave es el abandono De Dios por parte de su pueblo, que le lleva a la ruina total. El Señor les había dicho por medio de los profetas: «Convertíos de vuestros malos caminos y guardad mis mandamientos y decretos, conforme a la ley que prescribí a vuestros padres y que les transmití pro mano de mis siervos los profetas.» Una llamada a la conversión que el pueblo hace caso omiso.
– Dios ha sido fiel a su Alianza, y el pueblo ha abandonado al Señor, se ha deteriorado su vida social y religiosa, y va caminando a la autodestrucción. De esto debemos aprender también nosotros, la infidelidad, el pecado, la flojedad en nuestra alianza con Dios, nos lleva a desastres y la culpa no es De Dios sino nuestra. Nosotros enemigos el camino más cómodo y ancho, y este nos lleva a la ruina.
SALMO:
«Que tu mano salvadora, Señor, nos responda.»
Lo que es claro es que si seguimos los caminos De Dios tendremos vida, si preferimos los más cómodos, los de este mundo, nosotros mismos nos condenamos a la esterilidad y al fracaso.
MATEO:
– Jesús nos invita a evitar el juicio totalmente, no sólo ante lo malo, sino en todo momento, y esto se ve en la comparación que pone Jesús de la mota en el ojo ajeno, sabiendo que nosotros tenemos una viga en el nuestro. El aviso es claro, os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usaran con vosotros. Si nuestra medida es de rigor exagerado, no exponemos a que la empleen con nosotros. Si nuestra medida es de misericordia, también Dios nos tratará con misericordia.
– Uno de los deportes más practicados en el mundo parece el juicio, y no nos damos cuenta que juzgar es ser juez y fiscal, y con frecuencia, lo hacemos sin defensa del acusado y sin pedir ni escuchar explicaciones. Jesús nos enseña a nos estar siempre criticando a los demás, a saber cerrar un ojo ante los defectos del prójimo, porque también ellos seguramente nos perdonan a nosotros lo que tenemos y no nos lo están echando en cara día a día.
– La regla de oro es no hacer a nadie lo que no quieras que te hagan. Cuanto hagas o digas a los demás tendrá como referencia, irremediablemente, el amor a ti mismo que has de ver resplandecer en el rostro del hermano. No se trata de egoísmo, sino de poner en práctica el mandamiento que se sigue del primero y principal. De manera que, amando al prójimo como a ti mismo, no solo no le harás daño, sino buscarás su propio bien.
María, ayúdanos a mirar siempre con misericordia a nuestro prójimo. Amén.
Un pobre sacerdote +++