XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
SABIDURÍA:
– La Sabiduría aparece personificada como una mujer radiante, hermosa inmarcesible. Les hará mucho bien a todos, sobre todo a los gobernantes de los países contar con ella. Los que la aman y la buscan la encuentran. Pero es la Sabiduría la que se da a conocer a los que la desean, la que está sentada a la puerta, ya de madrugada, esperando que alguien la encuentre, la que sale al paso de los que desean meditar y dejarse conducir por ella.

SALMO:
“Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.”
El deseo del hombre De Dios es patente en el salmo, el hombre madruga por Dios, le busca en todas sus cosas y le bendice en todas ella, porque es el Señor su bien más preciado, y por el que está dispuesto a todo.
1 TESALONICENSES:
– San Pablo da hoy una verdadera catequesis sobre la suerte de los difuntos y los acontecimientos del fin del mundo. No tienen que estar tristes como los que están sin esperanza. Para los cristianos es la confianza la que dabe dar color a su mirada al futuro, porque “si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto Dios los llevará con él.”
– Después San Pablo explica lo que sucederá cuando vuelva el Señor, como resucitaremos e iremos a su presencia. Lo principal es la consigan de confianza y paz que San Pablo transmite. Porque la muerte, el fin del mundo, no va a ser la última palabra, pues Dios nos tiene destinados a la vida, con su Hijo Jesús.
MATEO:
– Hoy Jesús nos habla en su discurso escatológico, sobre el final de los tiempos, que además es como un prólogo a la Pasión, que Él va a vivir.
– Dentro de este marco Jesús, pronuncia la parábola de las Diez vírgenes, está tomada de los hechos corrientes de la vida, esta vez de cómo se hacían las bodas en su tiempo. El esposo tarda en llegar, y las doncellas que están designadas para recibirle cuando llegue, se duermen. PEro cinco tienen aceite para sus lámparas, y cinco, no. A estas necias se les cierra la puerta del banquete mientras van a comprar aceite, y a las otras cinco sí entren. Jesús mismos nos da una lección de la parábola: “VELAD, PORQUE NO SABÉIS EL DÍA NI LA HORA”, es la venida última del Señor.
Hoy vemos cómo JEsús es la respuesta verdadera a la muerte, y cómo Él se entrega a la muerte en la Pasión y la Cruz para vencerla. Él tiene la última palabra, Él es el vencedor de muerte. Y el único remedio verdadero es participar nosotros también en la victoria de Cristo sobre la muerte. Para preavisarnos contra la muerte, ahora no debemos hacer otra cosa que abrazarnos a él. Anclarse en Cristo, mediante la fe, como se vara una barca en el fondo marino, para que pueda resistir en la maleza, que está a punto de surgir. El grado de unión con Cristo será el grado de nuestra seguridad ante la muerte.
Por lo tanto lo que nos da una seguridad ante la muerte, es mi fe, estar unido a Cristo. Y es algo que tengo que tener yo y nadie me puede dar. Es necesario tener aceite de reserva en la lámpara, esto es, alimentar la fe con las buenas obras y la oración de modo que ante la venida de Cristo podamos también nosotros, como vírgenes sagradas, entrar con él a las bodas eternas.
Debemos por lo tanto vivir actitud de espera, actitud de esperan ante el Esposo que va a venir. Y lo que hay que tener en cuenta es si nuestras lámpara están preparadas o no. Esperar al Esposo es esperarlo con el alma preparada, esperarlo con la lámpara siempre encendida en el corazón. La tierra nos atrae y nos halaga muchas veces; y parece que muchas veces nos hace apartar el corazón y la mente del Esposo que va a venir. Es preciso despertar de nuestro sueño; pero sobre todo es preciso que no se apague nunca la lámpara en el corazón.
La lámpara de la fe, de la fe que nos hace ver que todo lo de aquí es terreno y pasa y no vale la pena pararnos en ello; la fe que nos abre horizontes infinitos, horizontes que no ven nuestros ojos de la car, pero que ven los ojos de nuestra fe.
La lámpara del deseo del corazón, del deseo del Señor, de su presencia, de que obra en nosotros, de su posesión eterna, de su amor para con nosotros y del Amor nuestra para con Él.
La lámpara de la confianza que nos hace tanta falta en esta vida donde lo malo tanto nos hace sufrir. Lámpara que ilumine nuestros pasado en las dificultades, para que aprendamos, entonces más que nunca podremos echarnos en brazos De Dios.
La Lámpara del amor, la lámpara del amor que tiene que hacer amor todos nuestros pasos aquí en la tierra, la lámpara del amor que es la que nos acerca al Señor, porque nos une al Señor. No es sólo ir a Él, es estar con Él. Él nos ama, nosotros lo amamos y en este mutuo amor está todo nuestro bien.
Que no se apaguen están lámpara en nuestro corazón esperando al Esposo que llega, que siempre estén preparadas y encendidas , para entrar en el banquete Eterno de las bodas del Cordero, y podamos vivir con Él para siempre.
María, Madre, que como tú, también nosotros tengamos nuestra lámpara encendida. Amén.
Un pobre sacerdote +++